La magia de las adivinanzas
Hace muchísimos, muchísimos años a los reyes de Egipto, Roma, Grecia y Alemania les fascinaban las adivinanzas. Las utilizaban para divertirse y animar las conversaciones que tenían con sus invitados. (Villegas: 2007)
Por su parte, los príncipes no se quedaron atrás. Para ellos fue más que una diversión.
Cuando querían poner fin o llegar a acuerdos en sus líos con otros pueblos lo resolvían mediante acertijos. Entonces, contrataban profesionales expertos en resolver e inventar adivinanzas. (Soriano: 1995)
Así pues, la adivinanza nació como ejercicio para el ingenio, un examen para comprobar cuan sabio era la persona que lograba hallar la respuesta. Poco a poco se fue encontrando y mezclando con los mitos, creencias religiosas y ritos de iniciación. Es decir, de la realeza se extendió al pueblo. (De la Serna: 2001)
Cabe señalar que en los inicios lo utilizaban mayormente los adultos, con el paso del tiempo y la transmisión de boca en boca, permitió que niños, niñas las hicieran suyas cuidándolas y mejorándolas de acuerdo a los tiempos que le tocó vivir a cada generación. (Cerrillo: 2008)
Como jugando, los chiquillos dan con las respuestas, se sienten atraídos por el misterio y la sorpresa. Sobre todo se encuentran a ellos mismos. Toman conciencia de que un día están y otro se irán y luego vuelven. Por eso, les encantan, llenan sus vacíos y les aclara situaciones. (Rodari: 1997)
Los niños y niñas al encontrarse con ella se sienten acompañados en sus emociones. La adivinanza le presenta la realidad de manera sencilla y simple. Les enamora con el ritmo, la rima y se vuelve inolvidable. A la vez que los va preparando para resolver problemas que se les presentarán en la vida adulta. (Salgado: 1989)
Por eso, padres, maestros, tíos, animadores y todo aquel que tenga niños a su cargo, motívenlos para que la magia de las adivinanzas actúe en ellos.